Los últimos 100 años han sido testigos del desarrollo de los sonidos de origen humano en el medio marino de una forma sin precedentes en relación a los 10 millones de años de la evolución de los cetáceos. Por ello, es relativamente lógico observar que durante este último capítulo de su historia, ballenas y delfines no han estado en condiciones de adaptar su sistema auditivo a los sonidos nuevos y fuertes producidos por la actividad humana.